Es simple. Esto habla de ti y habla de mí, y aún así, no es de nosotros.
Comenzó en mí, pero tú lo hiciste infinito. Lo tomaste con vehemencia y le diste paso a la insensatez que implicaba traerlo de vuelta a la vida. Te hizo feliz y lo alimentaste con esa dicha. Te hizo invencible y te pusiste a retarlo. Te hizo ciego y no pudiste ver el caos que quedaba tras de ti. Te hizo ajeno a ti y por fin, te hizo ser tú.
A mí me cambió el andar, el sentido del tiempo y las certezas. Me hizo, me dio forma, me calcó según su mejor antojo y me dejó lista para ser parte de algo que jamás quisimos ver. Metió en mi pulso todas las mentiras que podía contarnos la vida en ese momento y le dejé jugar con mis ganas de más.
Valió la pena, nos arruinó los días y de allí su belleza.
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