Todos vivimos con un vicio. Todos creemos merecer; y a pesar de los golpes más cruentos que nos da la existencia, nos aferramos a nuestra certeza de merecer ser felices, plenos y amados. Es esa certeza, la que nos vuelve prepotentes, tercos e incluso aguerridos.
En realidad, bastaría con darse cuenta de la suma de coincidencias que conforman los días para detener la arrogancia y vivir con agradecimiento.
Cada una de nuestras fortunas, son conjunciones tan únicas y tan nulamente universales que cualquier señal de avistamiento, debería ser razón de regocijo.
Todo es efímero. La vida suele dar fortuna al azar y sin mucho tino.
Entonces es simple; es cosa de rehabilitar el pensamiento y entender de a poco, que vivir en coincidencia es la norma y vivir en agradecimiento debería ser nuestro único vicio.
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