Estoy vacía. Floto en intrascendencias y días nublados.
Tratando de evitar el mareo entre tantos grises, sonrío ante cualquier provocación con la ilusión de lograr replicar el acto de manera involuntaria.
Cada segundo se imprime en banalidades tan amorfas como el pensamiento admite; se llenan de estructuras terroríficas e infinitas, sumidas en pensamientos cuasi alegres, medianamente placenteros y sobretodo inútiles.
Colores y sonidos coquetean con mis entrañas y piel. Quiero mantenerlos cercanos a mí y aparentar que saben contarme mejores historias de las que yo puedo inventar para mí.
Estoy vacía. Perdí kilómetros y kilómetros de luz y ahora sólo corre sangre por mis venas.
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